miércoles, 7 de agosto de 2013

Reencuentro Familiar


Desde hace cuatro años el alcalde Olegario Martínez, rescató la tradición del reencuentro de las familias para el recuerdo, la convivencia, la hermandad y el disfrute de atracciones musicales y los tradicionales juegos de la comunidad.

“Los hijos del pueblo que un día tuvieron que emigrar fuera a trabajar o por razones de estudio regresan a su casa y junto a los vecinos residentes disfrutan del momento en armonía. Las fiestas ayudan a mantener esos lazos de unión que a veces la distancia no permite durante el resto del año”, manifestó, el mandatario local.

El Alcalde, resaltó que en este cuarto reencuentro ha aumentado la participación de las familias. Este año 18 familias se concentraron en la plaza Bolívar de San Ignacio. 13 agrupaciones musicales animaron a más de dos mil personas.

                          Orden Sixto Zambrano             

Además, del reencuentro familiar en el marco de las fiestas patronales de San Ignacio de Loyola, el alcalde Olegario Martínez, entregó la orden Sixto Zambrano a personas quienes han luchado por el desarrollo de la localidad.

En el 2003 se creó la orden con el propósito de reconocer y distinguir a personas de la comunidad, como productores, comerciantes, maestros, amas de casa, entre otros.

Este año el orador de orden fue el General Osmer Carmona, quien destacó que en San Ignacio ha cambiado gracias a la gestión del Alcalde, “en nuestra comunidad hay una gran cantidad de profesionales, entre todos debemos trabajar para lograr un instituto universitario en San Ignacio”.

San Ignacio de Loyola Nuestro Santo Patrono

El 31 de julio iniciaron las fiestas patronales en la parroquia Sixto Zambrano en honor a San Ignacio de Loyola, es la fecha más importante del año para la comunidad, no sólo por las jornadas de encuentro en la iglesia del santo patrono, sino porque en el entorno a la fiesta patronal se viven momentos de reencuentro de las familias sanignicieras.

viernes, 7 de junio de 2013

Costumbres y tradiciones de nuestro pueblo

 


Al hablar de San Ignacio es imposible dejar de mencionar la hospitalidad que tienen sus pobladores para con las personas que los visitan, haciendo sentir al forastero como en su propia casa. Y quien lo haya visitado habrá descubierto que éste es un pueblo que aun conserva sus costumbres y tradiciones, aun cuando es innegable que ha perdido otras tantas por la influencia extranjera que muchas veces desplazan lo nuestro, o por la crisis económica que obliga a dejarlas de lado. 

La gastronomía es muy rica, y entre los platos típicos que degustan sus residentes podemos mencionar el arroz con coco, el arroz con icotea, el arroz con pollo, el arroz con leche, los buñuelos de yuca, los fideos de nata, las arepas de plátano, las arepas de maíz, los gofios, los turrones, las cachapas, las cuajadas, el mote, la sopa de yuca y los espaguetis al burro. También son dignos de destacar los sabrosos bollos de res y puerco que preparan en algunas casas.



Deportistas



Academia Occidental Deportiva

Es una academia de adiestramiento profesional para la formación de jóvenes, brindando la capacitación integral a los miembros y están comprometidos con el progreso deportivo de la subregión Perijá. 
Brindan integración y formación atlética  proporcionando la capacitación psicológica impulsando la responsabilidad social mientras ayudan a nuestros prospecto a descubrir sus capacidades profesionales. Todo esto con respeto, disciplina  responsabilidad, comunicación y proactividad. 

Ubicada En San Ignacio De Perijá , Parroquia Sixto Zambrano, Municipio Rosario De Perijá, Maracaibo – Zulia.
OCCIDENTAL DEPORTIVA dando impulso a la firma de grandes ligas como : 


 Rafael Briceño (Bravos de Atlanta- Águilas del Zulia) 



Lino Martínez (Phillies Philadelfia – Leones del Caracas) 



  Wilmer Oberto (Phillies Philadelfia- Aguilas del Zulia)



 Mario Fernandez ( Tampa Bay Rays y Tigres de Aragua)


 Cabe destacar que estos jóvenes son nativos de nuestra comunidad.

Infocentro Olegario Martínez


             
 
                    
 EL Infocentro Olegario Martínez
Busca fortalecer el proceso de desarrollo de las tecnologías de información y comunicación por parte de los sectores populares, mediante la consolidación de espacios tecnológicos comunitarios que faciliten la construcción colectiva y transferencia de saberes, logrando la inclusión de amplios sectores de la población para el aprovechamiento de las redes sociales que respondan a las necesidades locales, regionales y nacionales. Se dictan cursos básicos, gratuito y de corta duración; que te capacita para el uso y manejo de un computador bajo ambientes de Software Libre.
 
Se inauguró el 3 de marzo del 2012 .
Este espacio sociotecnológico que abre sus puertas al servicio de la comunidad, es el primer infocentro del eje Perijá transferido a las organizaciones del Consejo Comunal al mismo tiempo, esta es otra obra del gobierno Bolivariano. Se encuentra ubicado en San Ignacio, Avenida Ayacucho entre calle Andrés Bello y Evangelina Rodríguez, Parroquia Sixto Zambrano del Municipio Rosario de Perijá, Estado Zulia.

viernes, 30 de noviembre de 2012

Biografias de Personajes Resaltantes





Olegario Nemesio Martínez Áñez


El 5 de marzo de 1961, siendo las doce del mediodía, en una casa con más doscientos años de historia del Fundo San Antonio, ubicada en la parroquia Sixto Zambrano, nace Olegario Nemesio Martínez Áñez, hijo de Elena Áñez y Oscar Martínez, un matrimonio humilde que con mucho esfuerzo y sacrificio sacó adelante a sus ocho hijos: Oscar, Yasmeli, Yasmina, Yaquelin, Olivardo, Olides, Orlando y el mencionado Olegario.
Cursa sus estudios de primaria en la E. B. Don Simón Rodríguez, donde, según él mismo nos cuenta, en esa época las clases eran a doble turno (mañana y tarde) y que al mediodía regresaba a su casa a almorzar. Sonriendo nos relata una travesura: “A veces no quería ir a clases y me quedaba junto a unos amigos encima de un árbol que está en el camino, y sólo bajábamos cuando veíamos venir a los otros niños de la escuela y entonces nos dirigíamos a nuestras casas como si hubiéramos asistido a clases”. 
Fue mecánico desde los trece años y trabajó con el padre de su esposa, el señor Ruiz Dael Rodríguez. Con él viajó a Río Chico a realizar estos trabajos de mecánica. Posteriormente, fue ayudante del señor Castor. Convertido ya en un mecánico con experiencia, decidió independizarse y abrió un taller con el nombre de “El Catire”.
A los veinte años de edad, Olegario se casa con Luz Maira Rodríguez, con quien ha procreado cuatro hijos: Lenín, Leonardi, Lauribel y Lino, y éstos le han dado ya cuatro nietos: Laura V, Cristal, Santiago y Sebastián.
Desde muy joven, Olegario ha sentido la necesidad de trabajar por la comunidad. Sin más interés que luchar para lograr beneficios para el sector, fue miembro de la junta de vecinos de San Ignacio por más de quince años y después se desempeñó como presidente de la junta parroquial de Sixto Zambrano (2000-2005). Convencido de que en la política deben estar los mejores se postuló para el cargo de concejal y fue electo para el período 2005-2008. Ya con el respaldo de amplios sectores de la comunidad, que veían en él un líder con él que podían contar y con el apoyo del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), Olegario Villalobos se lanzó como candidato a alcalde del municipio Rosario de Perijá, resultando electo el 23 de noviembre del 2008 como alcalde del municipio Rosario de Perijá. 
Obtuvo 17.101 votos. 
Ajeno a su actividad política, Olegario disfruta del deporte, actividad en la cual jugó beisbol y softbol donde destacó como pitcher. También es un gran seguidor de la música venezolana. Su intérprete favorito es Reinaldo Armas y su canción preferida es “La rama seca” (una ranchera de autor desconocido)
Hoy en día cumple con su labor de alcalde de Rosario de Perijá, municipio con el que se ha comprometido a trabajar sin descanso para su recuperación total en los planos económico, de infraestructura y, sobre todo, en el aspecto social, pues, según afirma, hasta la llegada del proyecto del Presidente Chávez, del cual él forma parte, la pobreza extrema era un mal endémico en Venezuela, pero que ahora, gracias a los programas que se han creado, le han dado a la gente no sólo una mejor calidad de vida, sino que le han permitido recuperar la autoestima y, sobre todo, le han ofrecido la esperanza de que existe un mejor futuro para ellos y, sobre todo, para sus hijos.
Olegario sueña con ver al país libre del analfabetismo y la miseria. Piensa que el pueblo tiene que luchar para lograr y obtener recursos para acometer las soluciones a sus necesidades, lo cual, opina, se logra a través de los consejos comunales.
En la breve entrevista que sostuvimos con él, nos dijo, ya casi para concluir, que el daño cultural es lo más grave que puede sufrir la humanidad y que, como contrapartida, hay mucha gente con valores que se los pueden transmitir a los demás y así lograr construir una sociedad mejor. Como hijo de San Ignacio pide, finalmente, que jamás las diferencias políticas deben atentar contra la unidad de la familia, porque ésta es el valor más apreciado por los san ignacieros y los perijaneros en general.



Carlos Luis Gutiérrez Gutiérrez

Nació en el año 1898 en una población conocida como Cañada Honda. Sus padres fueron Petra Gutiérrez y Rafael Gutiérrez. Tuvo cinco hermanos: Leonor, Eleonoro, León Pedro, Victoria y Merita Gutiérrez.
Se casó con Margarita Morán, con quien tuvo una única hija, Doris Margarita Gutiérrez.
Desde que llegó a la población de San Ignacio se dedicó a las labores de agricultura y ganadería. En sociedad con sus hermanos, y tras años de trabajo incansable, adquirió unas tierras donde la familia estableció las fincas “El Cañaón” y “El Cogollo” que dedicaron a la siembra y cría de ganado.
Durante muchos años trabajó por el pueblo y se le recuerda especialmente por su actividad diligente en el Comité de Fiestas en honor a San Ignacio, que presidió en varias oportunidades, la última de ellas en el año 1976 cuando contaba con 78 años de edad.
Precisamente en plenas funciones como presidente de este comité, llegó un grupo de misioneros enviados desde España y ellos junto al señor Carlos Luis se encargaron de la adquisición de la imagen de San Ignacio de Loyola para el pueblo. Como para ese entonces aún no se había construido la iglesia, la celebración de las fiestas en honor a San Ignacio en un principio se realizaron en la casa del señor Eli Morán.
Luego de esto comenzaron a trabajar en la construcción de la iglesia, para lo cual realizaron gestiones con la Gobernación del estado Zulia, institución que apoyó el proyecto, así como también lo hizo con otra iniciativa de Carlos Gutiérrez y su equipo de trabajo que organizó y ubicó los linderos de San Ignacio que permitieron ubicar la plaza y el colegio, de cuya construcción fue uno de los principales impulsores.
Gutiérrez siempre se mostraba pendiente de las necesidades del pueblo y jamás dejó de luchar para lograr su progreso. Sin embargo, ya en los últimos años de su vida, debido a una deficiencia cardíaca, tuvo que disminuir el ritmo de trabajo y hasta la hacienda que tenía (sus socios ya habían muerto) tuvo que venderla por no poder dedicarse a ella.
Fue sometido a una intervención quirúrgica para colocarle un marcapasos en el corazón, pero dicho aparato fue rechazado por su organismo, lo que le provocó, entre otros trastornos, dificultades respiratorias. Murió a causa de su deficiencia cardíaca en el año 1980.
 


María Dolores de la Candelaria Carmona
(Mamá Yoya)

Mujer de gran nobleza y espíritu religioso, nació en San Ignacio, pequeño caserío circunvecino a Villa del Rosario, Villa Vieja y Saltanejo. Rodeada del mugido de las vacas, del colorido de las pendas, las acacias, matapalos cargadas de pájaros con sus trinos que alegraban día a día los amaneceres y atardeceres que sufrían la vista diaria de los alegres loros que acudían todas las mañanas y en las tardes se alejaban en lontananza y dicharacheras bandadas.
En ese ambiente de paz, de belleza natural, nace María Dolores de la Candelaria Carmona el 3 de octubre del año 1898; su madre, María Carmona, mujer de figura esbelta, tuvo la fortuna de parir dos niñas en el mismo parto; la otra morenaza tuvo por nombre María de la Trinidad Carmona, la primera llamada a ser una connotada comadrona que, según los decires, llegó a traer al mundo al ochenta por ciento de los niños y niñas de esta poblaciones vecinas.
Su grupo familiar estuvo formado por sus hijos, Gertrudis, Cándida, Elda, Armando, Dalia, Balbina y José del Carmen Carmona.
Mamá Yoya fue una extraordinaria mujer, con suficientes arrestos como para realizar ese digno y dedicado trabajo, para el cual ella fue muy dedicada y cuidadosa. Se esmeraba en la atención de la madre y del neonato. Según nos cuenta su hijo José del Carmen, Mamá Yoya tenía fórmulas especiales para cuando la madre no podía darle de mamar al recién nacido: les aconsejaba tomar el topocho verde, cortarlo, machacarlo y asoleardo, luego molerlo y hervirlo con leche para que a los pechos de las mujeres llegara profusamente el néctar blanquecino de la leche materna, y poder así alimentar debidamente a sus bebés.
Como complemento a su economía se dedicó, además, a la labor de lavandera con jabones de castilla, añil, almidón de yuca que ella misma preparaba y sus planchas de carbón con las cuales planchaba los pantalones de lino cian y camisas blancas. Asiduo cliente, Eloy Carmona no permitía que otra persona fuese quien le realizara esta labor.
Exprimió con sus manos llenas de fecundidad y jabones que traían blancura, encallecidas de tanto hurgar en las entrañas de la tierra hasta obtener los anhelados frutos con los cuales mitigar el hambre suya, de sus hijos y los nietos que crió (Ignacio, Luis, Marcos, Alejandro, Idelfonso y Galvis), con el cual compraba el quaker, el toddy y el azúcar para deleitarles. Sembró yuca, maíz, topocho, naranjos y mangos, para que nunca faltara el alimento. Erguida, ensombrerada, recta como sus principios y sus valores, con sentido pueblerino de la religiosidad, invocando a Santa Bárbara bendita, en su pequeño altar no recogía del suelo las flores ofrecidas por ella a sus santos después que éstas se hubiesen caído.
Las quemaba como homenaje a ellos o, en caso de tempestad, las dedicaba a la santa para que la protegiera en esos momentos tormentosos.
Compañera fiel de su sobrina Herminia, de sus amigas y nietos en las gaitas de San Benito, en sus noches gaiteras, luego de realizados los oficios de la casa y de dejar los patios impiecitos como si los hubiera lampaceado.
Mamá Yoya pudo ver a la gran mayoría de sus nietos hacerse profesionales, hecho que le proporcionaba gran satisfacción y orgullo.
Con toda la humildad y sencillez que la caracterizaba, el 14 de mayo de 1986 cerró sus ojos en su amado terruño, con las frescas horas de la mañana, en actitud de oración con la vela dispuesta para ser encendida a sus santos.



Sixto Facundo Zambrano Morán
Sixto Facundo Zambrano Morán, el tercer hijo del matrimonio conformado por José del Carmen Zambrano y Amacilis Morán, nació el 20 de marzo de 1920, una fecha que lo hacía sentir muy orgulloso porque ese día entraba la primavera en el hemisferio norte. A pesar de la pobreza en que vivía su familia, él siempre dijo que su niñez había transcurrido con mucha felicidad en San Ignacio de Perijá, que después lo vería convertirse en un gran luchador comunitario en pro del pueblo que lo había visto nacer.
Casado en el año 1947 con Lina Aurora Martínez, nativa de San Ignacio, procreó cuatro hijos: Alides, Lilia, Amacilis y Ferdinando. Posteriormente tuvo una relación con una dirigente wayúu, Irma Fernández, con quien engendró nueve hijos: José del Carmen,
Elsa, Sixto, Lixida, Irama, Celmira, Edixon Facundo, Jesús Ángel y Rony.
Fue un hombre honorable, alegre y espontáneo, y su oficio como transportista (trasladaba encomiendas) lo desempeñó siempre de manera diligente, sin importar la lejanía o cercanía del sitio hacia donde conducía la mercancía. Su servicio no tenía límite de tiempo, por lo que puede decirse, sin que esto suene exagerado, que siempre se podía contar con Sixto para esa entrega urgente que necesitaba alguien de la comunidad.
Fue un importante dirigente político. Inició su carrera con Acción Democrática (AD), pero tras la división del partido blanco pasó a formar parte de los cuadros que tuvieron como líder al maestro Luis Beltrán Prieto Figueroa, el Movimiento Electoral del Pueblo (MEP), en cuyas filas militó hasta los últimos días de su vida.
El 3 de julio de 1970 muere como consecuencia de una complicación cardíaca, justo en los días en que se culminaba la plaza Bolívar de San Ignacio, cuya construcción había gestionado con tanto cariño y empeño.
En reconocimiento a su actitud siempre servicial, así como a su calidad humana que lo llevaba siempre a ayudar a quien lo necesitara, además de que siempre estaba dispuesto a ser el primero a la hora de luchar por el bienestar y progreso de nuestro pueblo, la comunidad decidió darle el nombre de Sixto Zambrano a la parroquia.

Euromelio Rodríguez 
(Pollo Ronco)

De la unión de Evangelina Rodríguez y Luis Morán nació Euromelio Rodríguez el 25 de diciembre de 1931. Creció en medio de un ambiente donde, a pesar de las estrecheces económicas que caracterizaban a la mayoría de las familias, estuvo marcado por el amor y por decenas de anécdotas e historias inolvidables, al compás de juegos tradicionales como las escondidas (bojotero) y emboque. Además, bailaban trompo, volaban petacas (volantines) y jugaban metras, entre otros.
Son sus hermanos Aura Zuleta (†) (por parte materna), Remigio (†), Tito Libio (†), Telemina, Elpidio (†), Valdemiro, Alida (†), José Dolores (Yoyo) (†), Enirda Rodríguez y Eulalia Morán (†). Se casó con Ofelia Quintero, de cuya unión nacieron Ney, Néstor, Nelio, Numan, Nieves (†), Norida (†), Norka, Nubia y Noralis. Con Gumercinda Fernández (Chita) tuvo cuatro hijos, Judith, Euromelio, Yarit y Rosa Fernández, más una hija de crianza, Inés Delia Fernández.
Como en su niñez no había una escuela formal para cursar estudios formales en la localidad, la primaria la hizo en una escuelita para ese entonces donde sólo se enseñaban conocimientos básicos (lectura, escritura y operaciones matemáticas).
Su pasión por los gallos la adquirió desde que era muy niño, porque su padre también era gallero, y le transmitió este arte a sus hijos.
Trabajo como obrero y como administrador de haciendas de los “turcos”.
Hombre tranquilo y cumplidor, buen padre y consentidor con todos sus hijos.
Gran devoto a San Benito, versero por excelencia, al llegar la época de gaitas en honor al santo, alegraba las mismas en compañía de sus hermanos.
Recibió por parte de la señora Doris Soto un terreno que luego sería destinado para una pequeña granja donde además de sembrar, criaba de pollos y bovinos y vendía bombonas (él fue el primero en vender bombonas en San Ignacio). Al establecilmiento le colocó por nombre “15 de Mayo”, por ser éste el día en que había recibido el terreno por parte de la señora Doris.
El nombre de Pollo Ronco (por su forma de hablar gruesa) se lo dio el señor Alberto Hómez y la señora Alides Muñoz siguió dándolo a conocer. Por su físico, también era conocido con el apodo de Marote.
Con su esfuerzo y dedicación logró obtener la gallera, donde cuidaba los gallos y los preparaba para las peleas; también tenía un abasto (“Pollo Ronco”) donde vendía víveres.
Muere el 11 de marzo de 1995, a la edad de 63 años, tras sufrir un ataque cardíaco.
Unos versos lo pintan de cuerpo entero: 
En pueblo san ignaciero
/ si en gallos vais a topar / tendréis que localizar / a
Pollo Ronco primero; / ése sí que es un gallero / de estilo tradicional
/ que lo suele preparar / con sus mañas o maneras, / pues
de gallos y galleras / tiene mucho que enseñar.  

Dr. Filadelfo Hómez

Nació en San Ignacio de la unión de Manuel Salvador Hómez Vetz e Iraida Martínez de Hómez el 24 de diciembre de 1932. Sus hermanos, todos con vida transcurrida en San
Ignacio, Alba Rubia (†), Andrés, José Pedro y Alberto (†). Su infancia era en tiempos muy distintos a los actuales, ya que en la mañanas de verano se observaba la neblina.
A propósito de eso recuerda que en esas mañanas (eran tiempos de palomas también), él se levantaba y miraba cómo estas aves, confundidas entre la neblina no podían ver la pared blanca de su casa, por lo que chocaban y se morían por el impacto.
A la edad de doce años comienza sus estudios en el Liceo de los Maristas, culminando en el mismo su bachillerato.
Se casó con María Lourdes Barrios en el año 1952. Tuvo siete hijos, llamados Iraida Lourdes, José Manuel, Cecilia, Agustín (†), Carlos, María Alejandra Hómez Barrios y María Carolina Hómez García.
Entre 1955 y 1956, cuando era presidente de la República el general Marcos Pérez Jiménez, se dirigió a la ciudad de Buenos Aires, Argentina, a realizar sus estudios de educación superior, logrando así graduarse de médico cirujano.
Regresó para el año 1956 y en enseguida comenzó a realizar la revalidación del título en Mérida (1958). Entre 1970 y 1972 realizó en Caracas un postgrado en Administración Hospitalaria. Desde 1973 es director de hospitales en Valera, Santa Rita y Machiques.
Para 1974 participa en el concurso de la Universidad del Zulia para optar al cargo como profesor, obteniéndolo como profesor de Estadística y coordinador de Pasantías Rurales en la Facultad de Medicina.
Como coordinador de pasantías rurales lucha para que en San Ignacio hubiese asistencia médica. Aun cuando no triunfa en su cometido, él envía pasantes a su cargo a realizar visitas médicas en su pueblo.
El 11 de diciembre de 1995 obtiene su doctorado y trabaja en la universidad hasta ese año. Ya para 1996 inauguran en San Ignacio el ambulatorio, el cual lleva su nombre, habiendo trabajado mucho para la obtención del mismo. En sus inicios allí trabajaba un solo médico a medio turno.
Era una persona muy alegre, tranquila y sobre todo, desinteresada, ya que en todo lo que hacía jamás privaba el interés personal, pues sólo lo movía lograr el bienestar del pueblo.
Su vida en San Ignacio le agradaba tanto que incluso viviendo en Maracaibo, regresaba de visita y a revisar todo lo pertinente a los cuidados de su hacienda. Aprovechaba esas estancias en su pueblo, para pescar en el río de San Ignacio y compartir los mejores momentos en compañía de sus familiares y de su mejor amigo y compadre Raúl Carmona.
Murió el 28 de enero de 2003 a causa de una insuficiencia cardíaca. 

 Eulalia Carmen Morán de Quintero 
Nacida en San Ignacio el 3 de enero de 1935, Eulalia Carmen
Morán de Quintero es hija de Luis Felipe Morán y Evangelina Rodríguez. Creció en el seno de una familia humilde, acompañada por sus hermanos, Remigio, Euro, Titolibio, Elpidio, José Dolores, Enirda, Telemina y Alida, en una casa que estaba ubicada donde hoy funciona la junta parroquial de la parroquia Sixto Zambrano, a una cuadra de la iglesia San Ignacio de Loyola.
Su educación primaria la recibió en la Escuela Monseñor Felipe Jiménez, situada en aquel tiempo en La Villa del Rosario. Su formación pedagógica la concluyó en el año 1974 en el Instituto Universitario de Mejoramiento Profesional de la ciudad de Maracaibo, Estado Zulia.
A los 22 años de edad, para ser más precisos el 4 de septiembre de 1957, contrae matrimonio con el señor Castor Julio Quintero Martínez. Del matrimonio nacen sus hijos, Jhonnys de Jesús, Leonel Alberto, Melvin Julio, Javier Simón, Raiza María, Sumaya Carolina y Gabriel José Quintero Morán.
Su primera experiencia de trabajo fue en una escuelita privada que atendía en su propia casa, pero sus inicios como docente en una institución fueron en el Grupo Escolar Don Simón Rodríguez el 1 de octubre de 1958, donde compartió su tarea con maestros y maestras de la talla de Alida Berrueta, Edilma Morán, Aura Lina Sánchez, Luisa Morales, Ediltrudis Romero, Alvaro Gonzalez, Nelio Zuleta, Alis Paredes, Nedis Carmona, Luis Romero y Elvigia Montero, por sólo nombrar algunos.
En el período escolar 1964-1965, mientras seguía como maestra de aula, la nombran directora en el mencionado Grupo Escolar Don Simón Rodríguez, y ya en el año escolar 1970-1971 deja el aula para dedicarse a tiempo completo a la dirección del mencionado plantel. El 1.º de octubre de 1979 es nombrada directora del Centro de Educación de Adultos San Ignacio, que funcionaba en horario nocturno, de 7.00 a 9.00 p. m.
Su trayectoria como educadora fue fructífera. Participó en las III Jornadas de la Zulianidad, credencial otorgada por la Secretaría de Cultura, el 27 de septiembre de 1986. Realiza curso trimestral de Orientación Administrativa para directores y supervisores escolares, dictado por la Facultad de Humanidades y Educación de la Universidad del Zulia el 27 de abril 1971. Realizó curso psicopedagógico por el Vicariato Apostólico de Machiques, Formación de Catequistas, el 9 de noviembre de 1966. Participó en el Seminario de Instrucción sobre el Método “Aprender a Pensar”, dictado por la Oficina de Planificación y Presupuesto del Ministerio de Educación, fecha 19 de febrero de 1981. Realizó Curso de Habilitación Ocupacional en la especialidad de Moldeado en Cemento, dictado por el INCE, fecha 29 de abril de 1980. Recibe credencial por su participación en el Seminario de Implantación de los Programas de Estudio de 5to. Grado, dictado por el Ministerio de Educación el 6 de marzo de 1981. Realizó curso para el estudio y la aplicación del Programa Oficial Educación Didáctica de Ciencias de la Naturaleza, el 30 de junio de 1966. Participó en taller-seminario de Implantación de la Guía Curricular de Educación, el 5 de mayo de 1982. Realizó Curso de Relaciones Humanas organizado por la Junta Pro-Pueblo de San Ignacio, el 20 de mayo de 1984.
Por su vocación de servicio en pro de la educación recibe los siguientes reconocimientos: Diploma Honor al Mérito celebrando el año Bicentenario del Natalicio del Libertador, Liceo Julio Cesar Salas, el 30 de Julio de 1983. Recibe certificado de Funcionario de Carrera administrativa por la Gobernación del Estado Zulia, el 15 de enero de 1978. Recibió Diploma Honor al Mérito al Trabajo, otorgado por la Escuela Básica Don Simón Rodríguez, año escolar 1985-1986. Recibió reconocimiento por la Federación Venezolana de Maestros el 15 de enero 1985. Recibió Diploma Honor al Mérito por sus 17 años de servicio, reconocimiento hecho por la Federación Venezolana de Maestros el 15 de enero de 1975. Obtuvo reconocimientos por su meritoria labor en pro de la educación de adultos el 15 de septiembre 1979. Recibió reconocimientos, Mención Honorífica: Funcionario Directivo en las I Jornadas de Trabajo Aprendizajes de Áreas el 13 de diciembre de 1980. Recibió reconocimiento Honor al Mérito al Trabajo por la Unión de Ganaderos de la Villa (Ugavi).
No sólo se desempeñó como docente. Parte de su vida la dedicó al deporte. Durante muchos años fue presidenta de la Liga de Softbol de San Ignacio. Luchó con un grupo de personas, entre las cuales estaba Eduardo Ojeda, para la construcción del estadio de San Ignacio, que hoy lleva el nombre de uno de sus hijos, Ingeniero Leoner Quintero. Por otra parte, durante varios años se desempeñó como presidenta de la Junta Pro-Pueblo de San Ignacio, además de organizadora de las fiestas patronales y de los carnavales de San Ignacio, los cuales lograron el reconocimiento en todo el municipio.
En plenas funciones como directora de la actual Escuela Social de Avanzada Don Simón Rodríguez, muere el 7 de mayo de 1987.
Su paso por la vida fue breve, pero las huellas que dejó fueron muy profundas y aquellos que estuvieron entre sus alumnos recuerdan de manera entrañable a su maestra Eulalia.  

Fidelia Lela Oberto 

Nace el 29 de diciembre del año 1935 de la unión de Chiquinquirá
Oberto y Gilberto Jiménez en el pueblo San Ignacio de Perijá.
A los diez años, Fidelia pasaba horas observando a sus tíos Ángel Simón y Armando Oberto y al señor Saúl Jiménez cuando tocaban el cuatro, el acordeón y la armónica. Con sólo observar, esta niña llena de inteligencia, astucia y gracia, aprendió a tocar estos maravillosos instrumentos, que a partir de ese día marcarían su vida para siempre.
A la edad de doce años, Fidelia se trasladó a la ciudad de Maracaibo, donde vivió con la familia Boscán-Rincón. En sus tiempos libres tocaba y cantaba la gaita en honor a San Benito, legado más preciado de su familia y su pueblo. Dos años después, a los catorce,
Fidelia decidió volver a su pueblo natal para dedicarse, con la ayuda de su abuela Enohemí Oberto, a la cría de cabras, cochinos, gallinas, así como a la siembra de yuca, maíz y plátano, entre otras labores que ayudaban en la supervivencia alimentaria de la familia. Llevaba agua y leña en burro hasta su casa, para conservarle en los momentos de necesidad. Con la destreza de su abuela aprendió a coser y a tejer, además de que en compañía de ella continuaba tocando gaita en honor a San Benito y donde el santo fuese bien recibido.
De diecinueve años conoció a Maximino Montiel, de quien se enamoró y quedó embarazada de los que serán sus tres queridos hijos, Nirzo, Lilia y Cirilo Oberto. Poco tiempo después, Fidelia quedó sola en el arduo trabajo de la crianza de sus hijos.
El 9 de marzo de 1991, Cervecería Polar del Lago, en la celebración de su cincuenta aniversario, convocó al 1er. Festival Polar de Gaita Perijanera en el Parque Ferial del municipio Rosario de Perijá.
Fidelia participó y obtuvo el primer lugar, quedando así como representante de lo que hoy es conocida como la gaita perijanera. Meses más tarde, ya corría el año 1992, viajó a Caracas apoyada por Empresas Polar, para concursar junto a representantes de otros 19 estados en un festival folclórico nacional en el Poliedro, donde obtuvo también el primer lugar y se convirtió en la más fiel exponente y representante de estos sones en honor a San Benito.
Después de este evento, Fidelia fundó su compañía de Gaita Perijanera y Danza, “Gaiperdanza”.
“Yo aprendí a tocar cuatro y a cantar gaiteando con mi abuela Enoemí. En esos tiempos, por aquí, lo único que se escuchaba era gaita y todos los sábados salíamos a algún lugar del municipio y de Machiques”, contaba Fidelia Oberto.
Para entender el son que suena en Rosario de Perijá, es necesario saber que en este territorio zuliano se tocan diez ritmos de gaita distintos. Éstos son la gaita en rueda, el sambe, chimbangueles, el galerón, la cumbiamba, la paloma llorona, la paloma jobitera, la guacharaca corrida y la cantada.
Según Fidelia Oberto, éstos surgieron entre los esclavos que habitaron esa localidad y que generación tras generación trascendió en la historia por toda la subregión perijanera, Lossada y La Cañada de Urdaneta, como digna acompañante de parrandas, sancochos, partidos de dominó navideños y, sobre todo, como agradecimiento a promesas hechas a San Benito.
“La perijanera está compuesta de diez sones diferentes, orquestados por la tambora el cuatro y las maracas. Con el tiempo mi agrupación introdujo el furro y la charrasca para darle brillo, pero ella es propia por sí sola”, explica la sanignaciera, quien expresa desde hace cincuenta y ocho años su amor a San Benito.
Esta humilde mujer logró trascender el folclor zuliano que ahora se canta y baila en otras partes del mundo.  
Dilio Ángel Gutiérrez Gutiérrez

La pareja formada por Leonor e Isabel esperaba anhelante la llegada de la cigüeña con el encargo que nueve meses antes le habían hecho. Y ésta llegó finalmente el 1.º de abril de 1938.
Pasó rauda y dejó caer un “bultito”. Claro hubo que ayudarla a que lo soltara con el resultado que se dio un pequeño golpe un poco más arriba de sus nalguitas… provocando como resultado mi primer lloro… (mamá tomó nota enseguida de donde me habían dado… por si acaso)… digo esto por cuanto ella era quien tenía que cuidarme, porque papá, todos los días montaba en su burro y se iba a la “posesión”, así le decían o le dicen a los predios de vacas y/o animales…
Pasó y pasó la secuencia de años y años y el bebito se convirtió en “bebesote” y era hora de que Dilio... ¡Ah! Se me había olvidado decirles mi primer nombre (no sé de donde c… lo sacaron). Lo cierto que aún lo llevo con orgullo. Repito, era hora de que el niño hiciera sus primeros “garabatos”, tarea que le encomendaron a Aliria Bermúdez, hija de Napoleón Bermúdez y Petra… (no me acuerdo de su apellido). Ella (Aliria) terminó siendo mi tía, pues se casó con un hermano de mi papá llamado Heliodoro… Pues bien, pacientemente entre ternura y uno que otro “coscorrón”, aprendí a leer… (y para batear también)… se me había olvidado: mi segundo nombre es ÁNGEL (lo destaco con mayúsculas) porque de éste sí estoy muy orgulloso… ¿Será por la aureolita que tengo en la cabeza?... Lo cierto es que mi prima Nérida Rita, Nérsida Antonia y Nilda Rosa (hijas de Heliodoro), lo mismo sus hermanos Rafael y Elio, me llaman siempre Dilio Ángel… y hablando de la aureolita…. éste es un limpio grandote que tengo en ella (la cabeza), especie de tonsura clerical… y volviendo al “garabateo”… había llegado la hora de iniciarme en mis estudios y para tal efecto fui inscrito para formalizar los mismos en la Escuela Unitaria 1.109, sita en el mismo San Ignacio, en la parte de “arriba”, frente a Don Eloy Carmona, carretera’e tierra negra y
predio de intermedio, regentada por Guillermina, compañera del “Turco” Agustín Hómez.
Posteriormente le tocó el turno en mi educación a Alba Rubia Hómez, hija del otro “Turco”, de nombre Manuel, hermano de Agustín… Bien, sigamos con mi “rudimentaria” formación. La citada 1.109, como unitaria, sólo graduaba hasta cuarto grado. Papá, en su afán en que “fuésemos alguien”, digo fuésemos porque mi hermano Homero Enrique, a quien le llevo dieciséis meses de ventaja (por cierto aún se los llevo), quiero decir con esto, aún está vivo. Papá, mamá, Homero y yo nos mudamos en el año 1949 a La Villa del Rosario (del distrito Perijá). Recuerdo que vivimos en una casa en calle central N. º 36 que había sido propiedad de Gustavo Romero y que éste le vendió a “los locos”). Así llamaban a los Gutiérrez Gutiérrez: Carlos, Leonor, León Pedro y Heliodoro.
Ya para ese entonces, a fuerza de trabajo en el monte y enviar queso a las “consignaciones” de Maracaibo (con Sixto Zambrano), papá tuvo su primera camionetica, un Ford mil novecientos y algo, no lo recuerdo exactamente, que la llamamos “la faro-choco”, porque tenía los faros hundidos como los ojos de Ulises, el segundo hijo de mis padrinos Ángel Enrique Chacín y Romelia Quintero, a quien cariñosamente le decíamos Choco.
Volviendo a mi formación, fui inscrito en el Colegio Ziruma, donde entré a cursar de nuevo el cuarto grado (no recuerdo muy bien por qué razón), era la segunda vez que cursaba el cuarto grado y me tocó Carlos González Paz como ductor. Fui aplazado de nuevo (este profesor nato, quien creo que está jubilado oficialmente, sigue practicando la docencia en el sector privado)… más adelante me referiré de nuevo a él. Seguidamente me ocupo de continuar con mis “andanzas” estudiantiles. Logré salir de cuarto grado (curioso, fue el cuarto la piedra o escollo que tuve que superar tanto en primaria elemental como en secundaria general: en ésta también la hice en ocasiones), pasé a quinto grado y luego a sexto, donde tuve como ductores a Numa Márquez y Menandro Bracho Guzmán, respectivamente.
Por fin salí de la primaria y ahora ¿qué hacer?… seguir preparándome “para ser alguien”… Juega papel importante en ese seguir, Emerio Morán Quintero (†), hijo de Ezequiel Morán y Rita Quintero (hermana de mi madrina)… Bien, Emerio me llevaba un año de ventaja y estudiaba en el Instituto América (posteriormente Panamericano). Sinceramente no sé si aún existe. Recuerdo a Quezada y a Concepción de Quezada (dueños), a Jesús María Quezada, quien fue en una oportunidad de la DRE (Dirección Regional de Educación)… En ese instituto estudié tres años de educación secundaria general. De allí pase al colegio religioso en la ciudad de Mérida (el San José) donde escasamente estuve tres meses. Pasé
luego a San Cristóbal en carácter de interno en el Simón Bolívar, regentado por el doctor Juan Tovar Quedes; allí también me dio clases de Castellano y Literatura y nos “lo tenía pelao” con una estrofita de “Lo fatal”, de Rubén Darío, que decía:
Dichoso el árbol que apenas es sensitivo / y más aún la piedra dura porque ella ya no siente. / No hay más dolor que la vida entera, / ni mayor pesadumbre que la vida consciente…
… Estudie cuarto (donde repetí la asignatura Matemática) y quinto… Me gradué de bachiller en Humanidades… Antes de repetir, hay dos referencias obligadas: la primera de ellas fue cuando hice el primer cuarto no llegué al final: como salí tan mal, abandoné en febrero (sí en ese mes); en carnaval papá me dijo entonces: “Desde mañana vas a ir conmigo pa’la matera” (la antigua posesión). Nos levantábamos por la mañana, tomábamos café (hablo en plural por cuanto mi hermano Homero estaba en mi misma condición) y… a curar animales con “chinela” (hoy creo que le dicen aftosa o algo parecido). Lo cierto es que la “cura” de los animales me dejó algunas marcas en la mano, puesto que el tratamiento era bárbaro y fuimos mordisqueados en los dedos; pero también nos curó en otro sentido, pues cuando terminó el lapso de vacaciones (que nunca tuvimos), papá nos pregunto cómo lo hacía siempre: “¿Ahora qué van a hacer?”... Casi no le dejamos que terminara la pregunta y le dijimos: “Vamos a estudiar…”, y lo hicimos de tal modo que no nos volvió a quedar materia en los años de estudiantes.
La segunda referencia es que estando en “estudios” obligatorios en el Simón Bolívar, a donde regresamos después de la experiencia anterior, “me entró” por ser poeta (quizás sea por la influencia del citado doctor Guédez). Traté de componer una “y que décima”, dedicada a mi amigo Emerio, y ésta decía así:

I
Voy a decir una cosa
y testigos son mis ojos
una joven buenamoza
andaba llena de enojo
sucedió en Tres Marías
de cafetal la matica
y a la calle de patica
pusieron un pretendiente
y le rompieron los dientes
por un amor que sentía.
II
El joven todo lloroso
se dirigió a la policía
y allí no tuvo reposo
clamando Rosita mía
al fin el jefe civil
se apersonó en el lugar
y luego de interrogar
al que justicia pedía
tomándose una media
lo mandó a encarcelar.
III
Este indigno proceder
se quejaron los vecinos
y el jefe con maña y tino
sacó carta a relucir
señores voy a decir
que este joven arrestado
lo tiene como cuñado
de mis hijas la mayor
y es por eso sin temor
que aquí lo tengo apresado.
IV
Cumplida ya su condena
en la calle se encontró
y entre suspiros y penas
una albina conoció
y en seguida se prendó
de los encantos de la niña
que estaba como una piña
recogida del estero
hija de Manuel Montero
vecino de esta campiña.
V
Volvamos un tiempo atrás
como remo del que boga
y hablemos un poco de Olga
morena de pelo lacio
oriunda de San Ignacio
y sencilla la mocita
encontrase con Rosita
tuvieron un altercado
donde salió mal parado
el joven que aquí se cita.
VI
En vacaciones de carnaval
a Olguita se dirigió
y ésta no le contestó
lo que él le preguntaba
y en vista de que no le hablaba
él mismo se retiró
con la batalla perdida
pero con la frente erguida
y sin ningún recobeo
se volvió para el liceo.
VII
Amigo y así termina
mi relato prometido
y aunque no lo he sentido
al joven yo compadezco
y a veces también perezco
de risa que se desgrana
son las once de la mañana
y de estudio no me iba
se presentó Gómez Silva
y tintineó la campana. 

… Bien, volvamos un “tiempo atrás con remo del que boga”…cuando en 1949 nos mudamos de San Ignacio a La Villa, se mudó así mismo el señor Eduardo Romero Áñez con su esposa Aura Zuleta y la prole que hasta su momento tenía, entre ella estuvo Edirtrudis Neris (por suerte o destino) habitaron al lado de la casa donde viví muchos años; me pasó lo mismo que Emerio, quedé prendado de Zulita (así llamaban a Edirtru… hasta a mí me cuesta pronunciar su nombre, pero debo ser sincero con mejor suerte que aquél (Emerio)…
Luego de vicisitudes… entre las que está la “sacada del taurete”… bueno, hace mucho tiempo habíamos quedado en mis estudios en el Simón Bolívar, donde, pienso, nació mi vocación docente.
… Les cuento, le fue solicitada la colaboración y digo no sé por quién de los próximos bachilleres para preparar opcionantes mayores (de edad) al certificado de sexto de instrucción primaria y nosotros (digo nosotros, por cuanto además de Emerio, estaba
Daniel Arteaga Bravo y otros que mi mente no recuerda) logramos que nos cediera por la noche un salón del mismo Simón Bolívar y nos repartimos las materias. A mí me tocaron las clases de Geografía, a Emerio de Matemáticas, a Daniel de Formación Social, Moral y
Cívica. Trabajábamos por horas (tal como recibíamos diurnamente).
Fue todo un éxito: recuerdo que los domingos salíamos de la “presión” (internado) y más de una vez, nuestros alumnos nocturnos nos invitaban de paseo a la montaña. Una vez se hizo tarde y desde las alturas pregunte a uno de los “baquianos”, y me dijo: “Uyuyuy ese es Boconó…” (otro estado)… regresando a mis clases diurnas donde mi ángel se puso de manifiesto; allí por estudioso o por mi segundo nombre “fui” muy apreciado y las chamitas me buscaban, una de ellas (permítanme no revelar su nombre) fue mi “noviecita”, a tal punto que cuando le dije que seguiría la carrera de docente, me dijo que también se iría al Pedagógico Nacional. Mi asombro fue tal que una vez que allí me la encontré y con la buena suerte para mí, para ella o para otra, a ella le tocó el turno de la mañana, mientras que a mí en la tarde y nos volvimos a encontrar en el acto de grado; lo mismo me pasó con otro amigo falconiano: estudiamos juntos en América y en el Pedagógico Nacional en el mismo lapso y nos encontramos en el acto de grado. Yo en Geografía e Historia y él en Biología y Química. Su nombre Miguel Bermúdez… ¡Caramba! Que fue de mi hermano también y se inscribió en la Universidad Central e inició estudios de Geografía, que muy pronto abandonó para optar por Psicología. Hoy en día también es un jubilado, luego de ejercer su profesión en varios ministerios con pasantías en el sector privado.
Cuestión de decisiones: papá quería que yo fuese abogado y que mi hermano fuera médico… no le cumplimos en eso, pero sí en otras cosas.
Anécdotas recordables…
En mi infancia. Siempre que “había paso luna”, al decir de los abuelos, se alborotaban las lombrices, por lo tanto había que darle a los niños una porción diaria de “yerba sagrada” o un purgante dipalusina, para expulsar las lumbricoides.
El asunto es que un día descubrimos mi hermano y yo que en el palo donde papá amarraba diariamente la bestia, había un hueco profundo; y cuando nos daban la ración de “yerba sagrada”, agarrábamos la jarra y disimuladamente la echábamos por el hueco.
Días van y días vienen y no aparecían las lombrices y nos descubrió mamá “el truquito” y nos dijo: ahora se van a “fregar” (léxico antañón), después que “guarden la leña bajo el fogón” y “guarden el cuero”, les tengo una sorpresa. Nos alegramos porque creíamos que se había olvidado de la “yerba”: no, los equivocados fuimos nosotros cuando nos dio a cada uno dos cápsulas de palusina, nos sonreímos y cuál sería nuestra sorpresa que al colocarlas en nuestras bocas, sabían a rayos.
… Mamá, con un alfiler las había punzado, no por maldad, sino en la creencia de que tragadas así harían más efecto… Bueno seguimos con los… (suspensivos) a medida que vayan aflorando en mi mente los recuerdos que pueden tipificar como anécdotas volveré con ellas… Una vez graduado en el IPN (Instituto Pedagógico Nacional), en la promoción Damián Ramírez Labrador, en el año 1963 (explico: los antiguos jefes de Zona Educativa viajaban a Caracas a entrevistarse con los futuros profesores y así lo hizo el profesor Juan Medina Lugo, el del Zulia, y así fue como llegué al Zulia por sustitución de un traslado, fui a parar a donde funcionaban los liceos Udón Pérez y Elías Sánchez Rubio).
En el primero fui TC y en el segundo profesor por horas, ambos en el mismo edificio, pero en distintos turnos (diurno y nocturno), el número total de horas trabajadas compartían en el primero, 36 (entre docentes y administrativos), en el segundo me quedé con doce horas del total que me habían asignado. En esos institutos trabajé dos años, de 1963 a 1965.
… En 1964 había acompañado a Medina Lauro a La Villa, para ver las posibilidades de crear un plantel de secundaria en esta población y le manifesté que si algún día se llegaba a crear estaba a la orden para venirme… Cuál no sería mi sorpresa cuando un día, mientras me encontraba “examinando” en el Liceo Rafael María Baralt, me llegó una llamada de la oficina de supervisión (hoy DRE), que dejara en el examen a mi suplente y me presentara urgentemente en el despacho de Juan Medina Lauro. Me fui preguntándome a mí mismo: ¿Qué pasará?... no creo tener cables pelaos… y así llegue y en seguida, Juan… (ya tenía suficiente confianza con él)… me dijo lanzándome una carpeta llena de papeles: “Pasa por donde Blanca y dile que convoque a tres suplentes para los exámenes que aún te quedan; porque tú te vas para La Villa, porque el ministerio va a crear un plantel de educación media… y te preparas porque en agosto tienes que estar en Caracas para el curso de directores…”.
Regresé al estacionamiento y agarré mi volkswagen… Ese carro es parte de otro episodio… llegó a mi desde el día que regresé de Caracas, donde había pasado mi “luna de miel” pues me había casado con mi actual y única esposa (Zulita) el 18 de diciembre de 1964… volviendo al carro, éste lo había sacado a crédito mi cuñado Eduardo (Toco) Romero y me entregó las llaves con la advertencia: “Aprendéis a manejar y lo seguís pagando…”; claro, así lo hice…di trompicones con él, le cambié el motor dos veces y me acuerdo cuál fue su final… tuve así mismo después un Dart verde, después un Coronet, luego una ranchera Aspen (de la Chrysler); por cierto ésta me llevó hasta Margarita, donde recuerdo pasamos el mayor número de días de vacaciones…
Todos estos carros fueron lo que se dice “ahora” de paquete.
Actualmente poseo un Nissan que se lo compré a otro cuñado, Elí Ramón (conocido familiarmente como Món)… con estos suspensivos estoy llegando a la creación IV del M. E., como se inició el liceo actual… el CB, CD, CB de nuevo y hoy Liceo Bolivariano… donde ingresé como subdirector encargado de la dirección… (Caramba, tanta pompa, ¿verdad?)
… Recuerdo el inicio de una vieja estructura que aún subsiste, construida bajo el mandato de Pérez Jiménez.
Allí laboramos de 1965 hasta 1975, cuando fue construida la actual sede, en el gobierno de Rafael Caldera, siendo gobernador del Zulia, Hilarión Cardozo. Perdón que hable de estos hechos, pero todo esto forma parte de mi formación como docente… Bien, en esos diez años que laboré en ese local, me acompañaron docentes como Carlos González Paz… ¿lo recuerdan?... Con él “me aplacé” por segunda y tercera vez estudiando el cuarto grado de instrucción primaria elemental… y a él fue el primero que busqué para que me ayudara en la labor que habría de cumplir… han notado el cambio de mis términos: “salí aplazado” y “me aplacé”. La diferencia, según mi criterio, obedece al hecho de la madurez, obtenida posteriormente… ahora pienso en forma diferente que en aquella oportunidad.
También fue un favor que me hizo, en mi trance enojoso me ayudó más que cuando me tocó a mí ayudarlo a él. Cuento: Carlos se graduó en el IMPM (Instituto de Mejoramiento profesional del Magisterio) cuando yo era o fui TC en el Udón Pérez… allí tenían que presentar, no sé por qué causa, los que estudiaban en aquel instituto, e intercedí para aclarar ciertos conceptos emitidos por Carlos en una prueba que presentó con un compañero docente, de ese plantel (Udón Pérez) y hago esfuerzos por recordar su nombre… Pero sólo recuerdo que ese docente tenía una hermana y ambos profesaban una religión no católica… perdonen que haga todas estas referencias o suspensivos… ello me regresa de nuevo al Liceo Udón Pérez… (Anécdota). Cumplo con la etapa media-juvenil a los 24 años… retazos y más retazos, recuerdos y más recuerdos… suspensivos y más suspensivos… La mente divaga y hago muchas veces el esfuerzo de darle continuidad al relato que fue hasta hoy mi vida… voy adelante, regreso, pero aquí estoy.
De nuevo en la Creación IV, que por decreto del ministro Juan Manuel Siso Martínez pasó a llamarse Liceo Julio César Salas. ¿Lo había mencionado anteriormente? Si fue así, perdónenme…
… Continúo… allí trabajé en las regencias del mismo por veintiocho años consecutivos… cuando trabajé por el Udón Pérez, allá por el año 1964, específicamente el 18 de diciembre, me casé con Zula. Recuerdo que no invité a ninguno de mis compañeros…y que algo pasó en mi ceremonia religiosa y fuimos y regresamos de la iglesia caminando (la celebración la realizamos en la casa de mi esposa)…
Voy a tratar de reflejar un tanto de mi vida como regente del Julio César Salas, donde en primer lugar coseché triunfos y amigos.
El primer triunfo, perdón no fue mío sino del plantel: Alida Méndez, quien obtuvo un concurso nacional (con un trabajo de literatura); esto fue como una presentación del plantel en toda la República…
Así nos dimos a conocer… y amigos, una cantidad; cito algunos: Carlos González P., Ángel Halsen (†), José Bracho Pérez, Néstor López Vicuña, Miriam Franco García, Guillermo Arenas, Fernando Wertter, Atilio Fuenmayor, Francisco Corbacho (†), Lesbia Méndez, Ingrid Vílchez, Claudio González, Emérita Bracho, Emilio Reyes, Oscar Soto, Nestor Mendoza, Mervin Berrueta, Nelson Guzmán (estos dos últimos ex alumnos del plantel), Roque Carmona, Flor Yépez, Ramón Martínez A. (†), Vinicio Larrabal, Aquiles Márquez, Lucina Corona, Aracelis Romero y muchos otros más que no recuerdo en estos momentos… y los nombrados lo hago por un motivo especial; pero ello es “harina de otro costal”
En cuanto al personal administrativo recuerdo a Luisa Muñoz, Marisela Corona, Deysi Rodríguez y Maritza Martínez… personal subalterno (personal obrero), Regino García (†), Pedro González, Braulio González, Melquíades Rodríguez (mayordomo), Evelina Romero (†), Nelia Ojeda, Nuris de Toyo, Esmeralda Oñate, Olga de Martínez, Lastenia de Tapia y Mireya de Chávez.
En cuanto a los alumnos recuerdo a los mejores, los también buenos y otros buenos; sin detallar cualificación ni orden… Belisano Berrueta, Magdelis Valbuena, Edmundo Berrueta, Otto, Luz Marina, Humberto, Egle, Ingrid y Tito Chourio; Elí Ramón Acosta, Elí Ramón Atencio, Valduino Romero, Carlos Arteaga M., Esperanza Carmona, Emigdio Fernández, Eutario Gutiérrez (†), José López, Omar Márquez, Osmel Martínez, Adamel Pérez (†), Elene Villalobos, Esmeira Romero… y perdónenme el que no esté incluido, como mi mente me falla… ah… me olvidaba, o creo que lo dejé a propósito para rematar este corto recuento o semblanza… Con Zulita tuve cuatro hijos (aún los tengo): Aurivel del Rosario, Leonardo José, José Alfredo y María Isabel. De todos ellos me siento orgulloso y siempre lo estaremos…
Y aquí término “Mi relato prometido”.
 Galvis Lubín Carmona 

El abogado, político, cronista de San Ignacio, su pueblo, Galvis Lubín Carmona, nace el 22 de octubre del año 1947, en la campechana población de San Ignacio, al oeste del Lago de Maracaibo y cercana a la pujante población de La Villa del Rosario.
Fueron sus padres, Balvina Carmen Carmona y Marco Segundo Finol.
Su niñez transcurre entre las penurias económicas de su familia y los sueños de lograr la superación. Su padre, luego de nacidos Galvis y Noris y aún en su corta edad, decidiría continuar su camino en su camioneta Ford, cargada de mercancía para la venta, a las poblaciones circunvecinas, tales como bisutería, chinchorros, las galas de las fiestas pueblerinas y hasta las ilusiones, aventuras y amoríos que ellas traían.
La señora Balvina, quien fuera padre y madre en su hogar, tuvo seis hijos: el mencionado Galvis Lubín, Noris Josefina, Judith Margarita, Magglio Ramón, Niove Beatriz y Ubaldo José. Todos Carmona, como ella, porque todos eran sus hijos y no hizo distingo alguno entre los mismos. Le cabe el honor que con el producto de su trabajo, como lavandera en su pueblo, o vendiendo dulces caseros como sus riquísimas pasticas de leche sobre hojas de naranja, de guayaba, coco, limonzón, los bollitos de maíz, tetas de frutas.
También con sus habilidosas manos sembraba plantas como lirios, magnolias, millonarias”, palos del Brasil, y “planchó ajeno” entre otras actividades que le permitieron darle el sustento a sus hijos, y no sólo eso, sino que tuvo, a pesar de los avatares propios de la vida de los muy pobres, el orgullo de darle a su pueblo cinco profesionales universitarios. Aún queda uno por honrarla con su preparación ante la vida y está haciendo “pininos” para alcanzar la meta.
La adultez y seriedad propia de ella consiguieron que sus hijos fuesen criados en un hogar decente, con respeto y deseos de superación.
Capítulo aparte fue su abuela la señora María Dolores Carmona, cariñosamente conocida como Mamá Goya, quien con sus grandes y pícaros ojos, bañaba de amor a su querido nieto “Garve”, como ella le decía. Le enseñó a reconocer en la naturaleza los bellos crepúsculos de los atardeceres sanignacieros en sus paseos por la sabana preñada de palomita, animalitos y de soles inclementes besando las majadas llenas de flores silvestres.
Y hablando de majadas acude a mi mente el recuerdo de cuando lo conocimos. Su mpresión fue grande y dijo: “Ay, Garve, qué mujercita tan chiquita”, y agradeciéndole la visita le dijo: “Qué bueno, hijo, que viniste, así me limpias el huerto y la majada”.
Galvis Lubín inició sus estudios de mano de su primera maestra Eulalia Morán en casa de la señora Evangelina, en una escuelita. Luego estudió con la señorita Aura Lina Sánchez en la
Escuela Rural de la cual aún existe su edificación y que debería ser rescatada por las actuales autoridades. Para el año 1958 fue creada por Pérez Jiménez la Escuela Don Simón Rodríguez, con la bellísima Lilia Esther Ávila y la insigne maestra Eulalia Morán de Quintero.
Estudió en Maracaibo en la Escuela Técnica Industrial, pero resultó fallido el intento, porque no le gustaba lo que estaba haciendo, entre otras cosas por ser pésimo dibujante.
Inicia entonces estudios de bachillerato en La Villa del Rosario en el Liceo Julio Cesar Salas, el 1ro., 2do. y 3er. año; en el Liceo Manuel Felipe Rúgeles estudió en el ciclo diversificado materias de Humanidades. Allí uno de sus profesores le aconsejó seguir sus estudios porque consideraban que era muy inteligente. Concluida la secundaria, se fue a Margarita realizarse como cantante de música venezolana.
En Mérida estudió en la Universidad de los Andes (ULA), y a pesar de los problemas económicos que tenía, se destacó como el segundo mejor de su promoción. Pueden dar fe de ello Onelio Carmona, Plinio Sandoval, Homero Carmona, Cirito Mestre y yo, que estudiamos Derecho con él (yo tan sólo hasta el tercer año); era angustiante para Galvis enterarse de que el comedor universitario cerrara por las huelgas estudiantiles o que fuesen suspendidas las clases por problemas políticos. Cuando esto se daba, surgía entonces
un ángel guardián llamado José Walo (hermano de Claudia), esposo de Marcelys Finol, su hermana por parte de padre, quien viviendo en Maracaibo se comportaba siempre como un verdadero hermano, le prestaba prolijos cuidados, le daba ayuda pecuniaria y alojo en su casa (durante esos sucesos o en vacaciones). Luego, cuando nos casamos, también íbamos a su cómoda casa y su atención siempre fue esmerada. Mi esposo siempre lo recordó, aun después de muerto el cuñado, con verdaderas lágrimas de cariño y agradecimiento.
Se me olvidaba comentar acerca de otro ángel con figura de mujer que encontró Galvis en Caracas, en la doctora Eugenia Dimiter de Fernández. Adoró a esa menuda mujer que tenía un corazón grande y que, sin conocerlo, por mucho tiempo lo recibió junto a su esposo, hijo y padre en su apartamento en la bella avenida caraqueña de El Paraíso, cercana a la plaza Madariaga. Esta señora, farmacéutica de profesión, fue torturada por la Seguridad Nacional y su cuerpo, lacerado en la espalda, le exigía que le realizaran masajes para paliar los fuertes dolores, y para que a su pequeño hijo no le causara estupor ver las cicatrices, ponía a Galvis a que se los hiciese; contaba mi esposo con cuánta reverencia, respeto y admiración por esa valiente mujer le prodigaba esos servicios.
Siempre le repetía, sin cansarse, de que él era un jovencito muy inteligente y que debía seguir estudiando (para el momento no lo estaba haciendo). Se nutrió con sus enseñanzas.
En una oportunidad, estando en la ULA y (todavía soltero) bajo un estado depresivo, tuvo que presentar un examen en el decanato de la facultad. El decano lo observaba escribir hojas sobre hojas, por espacio de una hora y sólo le preguntaba “otra hoja, bachiller”, y Galvis, asintiendo, la tomaba y seguía escribiendo. El decano buscaba con la vista tratando de encontrar una “chuleta” como se dice en el argot estudiantil, pero nada, terminó su prueba y salió. El profesor reconoció que el “bachi” había rendido una excelente exposición y así lo hizo saber en la facultad, donde dijo que él tenía un libro abierto… pero en su cabeza. El día que se graduaba de abogado, cónchale, se dio toda la “lija del mundo”. La señora Balvina y yo estábamos muy nerviosas porque no terminaba de salir para el Paraninfo. Si llegábamos tarde al acto, él no se iba a poder graduar... Ya todos estaban de pie para cantar los himnos de la universidad, del estado y el de Venezuela, y cuando iban a comenzar, entró al gran salón y todos los compañeros lo aplaudieron. En la imposición de medallas el rector Pedro Rincón Gutiérrez, al bajar su cabeza y Galvis la de él, las medallas de ambos se trabaron y amarraron, y como no lograban zafarse los asistentes se reían por la casualidad. Finalmente, la de Galvis se dobló, no supimos la otra, pero el rector le dijo: “Usted está llamado a ser una persona de mucha importancia, bachiller”.
Esas fueron palabras textuales.
Tras terminar su carrera profesional nos fuimos para Barquisimeto,
“la Ciudad de los Crepúsculos”, donde ejerció por espacio de seis años. En un principio en el bufete de los reconocidos hermanos Palacios, otro tanto en el escritorio del Chuita Herrera, hasta dos años más tarde que se independizó y puso el suyo por el edificio Área 5 de la carrera 19, ubicando una agencia de viajes que llamó “Florencia Torres”, una inmobiliaria de nombre “Carson” y su escritorio.
La primera suya en su totalidad, la segunda con un socio, Arturo Carriles; además junto con su primo Santos Carmona (Ediberto) creó una vulcanizadota de nombre “Carrsons” también.
Barquisimeto le parecía una bellísima ciudad, limpia, amable su gente, con muchos amigos como el doctor Ricardo Saldivieri y la señora Bufanda, matrona larense. Obtuvo prosperidad en “patio ajeno” (Lara), respeto como profesional y como hombre; reconocimiento como conocedor del béisbol... pero su corazón estaba aquí.
Lo “mataban” los recuerdos... hasta que no pudo más y entonces nos vinimos.
En su niñez, la señora Balvina le hacía acompañar a los mítines de Acción Democrática, le daba una cajita de chicles Adams y el muchachito masticando paraba la velada sin molestar; fue de esta manera como Galvis se inició en el mundo de la política, para más tarde llegar a ser líder dentro del partido. Fue dirigente de AD hasta el año 1968.
Se produce entonces la escisión en Acción Democrática y se aparta del mismo, yéndose a formar filas del nuevo partido (producto de la división), Movimiento Electoral del Pueblo (MEP). En Mérida lo conocí con su boina morada, pero guardó para sus hijos, con gran celo, la boina blanca (ambos la usaron para el frío merideño).
Cuando nos vinimos para Perijá, desde Barquisimeto, volvió a inscribirse en AD en la fracción de Profesionales y Técnicos (creo que así se llamaba).
La labor de Galvis como político fue siempre enfilada a mejorar la condición de vida de sus coterráneos, pendiente de los servicios de alumbrado y acueductos, cumpliendo labor social, buscando medicinas, dinero, urnas, para todos los guajiros o alijunas que lo necesitaban. Junto a él estaban, por tan sólo nombrar algunos que recuerdo en este momento, la China Judith, Isabel de Oberto, Luis Guillermo Oberto y Omar Chourio, que anteriormente eran casutas en su mayoría.
Trabajó en Machiques como abogado en el Banco de Desarrollo Agropecuario (asesor jurídico), instaló su bufete en la calle Santa Teresa; fue síndico procurador en la misma población machiquense.
Su preocupación, como parte del grupo social, fue la educación, alimentación, vivienda, salud; en pocas palabras: desarrollo social, y en defensa de esos derechos de sus coterráneos, luchó siempre.
Galvis fue un hombre equilibrado, amable, locuaz, sencillo, humanitario, analítico, pero de carácter fuerte con principios y valores que nunca traicionó, prefiriendo ser un abogado proletario, a uno pícaro y felón. No aceptó las “medias tintas”, por el contrario, fue un ser integro que siempre se mostró en desacuerdo con la corrupción administrativa, con el mal manejo de “los dineros” del estado como país.
En su adultez, su preocupación constante, tal vez por haberlo sufrido en carne propia, era la falta de una institución media en el pueblo que evitara la salida continua de los estudiantes a Machiques o a La Villa. Esta idea la expuso durante los primeros encuentros de profesionales y técnicos, efectuado el 30 de julio de 1995, en la cancha de la Escuela Don Simón Rodríguez, acto en el cual fuera orador de orden para beneplácito de los coterráneos, por la sencillez de la exposición, rociada con un tinte de seriedad y de fogosidad.
No llegó a constituirse en un xenófobo, pero le molestaba profundamente la entrega “casi” total de las radios emisoras a la música extranjera (mexicana o colombiana) y la falta de apoyo al talento nacional y el desdeño hacia nuestra música.
Ya toca exponer en este escrito aquella parte de sus tremenduras por las sabanas de su pueblo, formando parte del paisaje, detrás de conejos, iguanas, perdices o palomitas, correteando con el viento, haciéndose perseguir por su sombra, deleitándose con el “azur” y sus juegos de colores en las alturas. Onelio, Norberto, Leubil, Jorge, Leobaldo (Bayito) y otros fueron compañeros de aventuras sabaneras; tal vez estos dos últimos, junto con Galvis, estén corriendo sabanas como niños.
No todo fueron estudios, era un deportista nato. De muchacho su pasión fueron el voleibol, el fútbol y el béisbol; siempre fue un apasionado explosivo del Magallanes, cantando y bailando, pero al perder ni chistaba. Conocía los récords de los jugadores de cada equipo, el average de cada uno.
Estando en nuestro apartamento en Maracaibo, en una oportunidad, tuvimos visita de unos tíos. Estaban pasando el juego final de unas de las copas de fútbol y de repente comenzó a temblar... y como gochos que somos, por la rama materna, huimos escalera abajo hasta alcanzar la calle. Mi Galvis y mi tío bajaron. Al rato subimos al apartamento y mi tío nos comentó que no había bajado porque Galvis estaba sujetando el televisor y que la había dado pena dejarlo solo. Mi esposo le dijo que él no estaba pendiente del televisor sino del partido que ya estaba en sus segundos finales. La visita se rió sin parar.
Tuvo especial cariño por la señora Alicia Martínez y Aharón Bermúdez y sus hijas. Quería mucho a su amigo Jorge Bermúdez y a su primo Onelio Carmona; en la ULA los llamaban Toletico (Onelio), Dos Toletes (Jorge) y Tres Toletes (Galvis).
Luego, casi al final de su vida, decidió hacer un curso de locutor, pero el profesor para tal fin dijo en clase: “Todos fueron criados por Dios”, Galvis lo corrigió: “No se dice criados por Dios, sino creados”. Le contó a su hermana Judith lo que le había pasado y ésta le comentó que lo más seguro era que cuando regresara a clases no lo recibiría el “experimentado locutor”. Efectivamente, así sucedió y ambos hermanos al verse nuevamente se ahogaron de la risa.
También para ese tiempo, el viernes 3 de abril de 1998, tan sólo tres días antes de morir, presentaron la última prueba de inglés avanzado en un instituto dependiente de LUZ, aprobando el mismo con muy buenas calificaciones.
El 15 de marzo de 1972 en la glorieta de la Facultad de Derecho, mi amiga Franca y yo avistamos a un hombre con una estatura poco común y como éramos “nuevas” estábamos esperando el “bautizo” o iniciación de parte de los viejos bachilleres. De repente, en más o menos diez largos pasos cruzó desde la entrada hasta el fondo del jardín donde estábamos y nos preguntó dónde estaban los alumnos del ciclo introductorio, le dijimos donde era y Galvis, que ya era un hombre, partió, como siempre lo hacía, raudo y veloz hacia el lugar. Ambas nos echamos a reír pensando que era la travesura esperada y que ese “viejo” nos había hecho la temida broma.
El 11 de marzo de 1975, nosotras dos, y dos testigos más nos fuimos a la Prefectura de la Gobernación del estado y nos casamos en la Ciudad de los Caballeros de Mérida. El 15 de marzo del mismo año sellamos antes Dios nuestra unión en ceremonia eclesiástica a
las siete de una fresquísima mañana; como un detalle curioso, “nos escapamos” de la recepción a las once de una muy oscura noche del mismo día.
Nuestro primer hijo, nacido en Mérida, vino al mundo cuatro años después de casados, el 26 de abril de 1979, llamado a petición de Galvis como mi papá, Gastón, quien le demostró mucho aprecio al “perijanero”, e Ignacio por el santo patrono de su pueblo muy recordado. El segundo hijo, Gunthes, también nació en Mérida en 1988 y su tercer nombre (Gunthes Jesús Lubin), se le puso por su papá.
Luchamos contra viento y tempestad propios de la vida, abriéndonos al amor, refugiados en la paz de nuestro hogar, junto a nuestros hijos, o como diría mi padre Gastón Bracho, “abreviamos copas de tristezas y alegrías” junto a los frutos de nuestro amor, hasta el ultimo de sus días.
Estas pocas cuartillas fueron hechas con mucho amor, sintiendo su ausencia y bregando por sintetizar toda una vida tratando de no olvidar detalles trascendentales, o intranscendentes tal vez para el lector, que formaron parte de una verdadera lucha titánica por conseguir llevar a cabo parte de lo que se había propuesto, pero el infortunio se lo arrebató tan tempranamente, apenas a la edad de cincuenta años. Galvis Lubín falleció el 6 de abril de 1998.
Sus hijos y yo lo extrañaremos siempre.
Maurean de Carmona